En las últimas semanas se han
publicado tres estudios sobre quién paga qué en la respuesta
internacional a la pandemia del VIH. Cada uno de los trabajos plantea una pregunta
sobre la que cabe detenerse.
El primero es del Centro
para el Desarrollo Global de los EE UU, y lo firma un equipo encabezado por
Victoria Fan. La investigación se centra en analizar los flujos financieros del
Programa del Presidente para la Mitigación del SIDA (PEPFAR) en tres sentidos: qué tipo de mecanismos
ha empleado el Gobierno estadounidense para efectuar los desembolsos, qué
contratistas y receptores de ayudas han recibido qué cantidades y, lo que aquí
más nos interesa, qué países han sido priorizados y qué tienen en común, si algo. Fan y sus colegas llegan a la
conclusión de que las principales características de los países más
favorecidos por PEPFAR son dos: el número absoluto de habitantes con VIH mayores de 15
años y el haber sido designado o no por el Congreso de EE UU como país
prioritario del programa. Este hecho conduce a resultados sorprendentes: Ghana,
por ejemplo, tiene tantos casos de VIH como Vietnam en términos absolutos pero
su prevalencia es mucho mayor, y sin embargo entre 2004 y 2011 el primero ha
recibido sólo una quinta parte de lo asignado al último, lo que parece tener
que ver con que éste es prioritario para el Congreso estadounidense, lo que no
es el caso de aquél. ¿Es la salud o era la política?
El segundo estudio es de Carlos Ávila y sus colegas
de ABT Associates, ONUSIDA
y RTI International, y trata de dilucidar
cuál ha sido el peso del esfuerzo financiero local para hacer frente al VIH en
los países de ingresos medios y bajos. Los analistas muestran que las
contribuciones propias de estos países se triplicaron entre 2000 y 2010, hasta
el punto de que en ese último año el esfuerzo local conjunto (7.600 millones de
dólares) ya superaba el internacional (7.500 millones de dólares). Llamativamente,
los dos factores predictores del aumento de los esfuerzos nacionales fueron el
incremento del PIB y el de la prevalencia del VIH. ¿Llegaremos a un papel
residual de la ayuda internacional en el abordaje de la pandemia?
El último trabajo lo firma Omar
Galárraga en nombre de un equipo multinacional que ha contado con el apoyo
económico de la Fundación Gates. Galárraga y sus colegas han calculado las
cantidades que los países deberían aportar a sus pandemias de VIH en función de
factores como la cantidad de personas que viven con VIH en su territorio, la
renta per cápita, el tamaño relativo del sector salud y el servicio de la deuda
externa por habitante. El resultado es sorprendente: 17 países con alta
prevalencia de VIH contribuían menos de lo que se esperaba de ellos, aunque si
lo hicieran en tal cantidad el total tras sumarle las donaciones internacionales
se situaría por encima de sus necesidades. Contrariamente, 27 países
contribuyen con sus propios dineros más de lo que se esperaría por sus
características, aunque al añadir los recursos internacionales que reciben la
cifra final está por debajo de lo que les hace falta. ¿Estamos castigando al
cumplidor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario