En homenaje a Ned Hayes (1956-2013)
En contra de la percepción
tradicional más extendida, la probabilidad de que una mujer africana adquiera
el VIH no es inversamente proporcional a su estatus socio-económico (cuanto más
pobre, más riesgo), sino
al revés. Dos de las principales razones
aducidas son el deseo de las mujeres de abandonar la escasez por medio del
matrimonio con varones mejor situados que ellas y que a su vez mantienen varias
relaciones paralelas y el hecho que relaciona el estatus superior de la mujer
con el incremento de su actividad sexual.
Este fenómeno sin embargo no es
observable sólo entre individuos según género y grupo socio-económico, sino
también entre países. Ashley M. Fox, de la Escuela de Salud Pública de Harvard,
ha estudiado
los determinantes sociales y económicos de la serología del VIH en el África Subsahariana
y ha encontrado ese tipo de datos que los anglosajones llamarían
contra-intuitivos, y que aquí preferimos denominar anti-prejuicios.
Por ejemplo, explica el autor, existe
un creciente corpus de evidencia que indica que no sólo los más pudientes,
dentro de cada uno de los países subsaharianos, cuentan con mayor riesgo de
exposición frente al virus, sino que las naciones más afectadas por el VIH son
las que además tienen un PIB más elevado. A esta asociación de factores se la
conoce como el
gradiente seropositividad-bienestar: a mayor riqueza, más VIH.
Pero Fox no sólo indaga en la
relación entre riqueza absoluta y extensión de la pandemia del VIH, sino
también en la desigualdad como factor de riesgo. Tomando como medida distributiva
de los recursos económicos el coeficiente Gini,
nuestro investigador establece una asociación clara entre grado de desigualdad
y carga de la enfermedad: cuanto más inequitativo es el reparto de la riqueza
en un país subsahariano, mayor es su tasa de prevalencia del VIH.
La asociación entre desarrollo
socio-económico y aumento de infecciones de transmisión sexual, incluyendo el
VIH, parece tan sólida que incluso el descenso observado en lugares como
Zimbabue se
ha atribuido en parte a la acelerada crisis económica del país: al
empobrecerse, los varones tienen menos recursos para mantener múltiples
relaciones con más mujeres.
Como argumenta Fox, estas cifras
deberían conducirnos a replantear ideas preconcebidas incrustadas en el
imaginario colectivo (incluido el académico) y a repensar las estrategias de
prevención de una de las dolencias que causa mayor impacto en amplias zonas de
África.
[Esta entrada se publica conjuntamente con Health is Global]
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