Noruega es uno de los países menos desiguales del mundo y también de los más sanos: sus tasas de mortalidad infantil y materna, por ejemplo, están entre las más bajas del planeta. Que la igualdad económica y la buena salud vayan de la mano no es una casualidad: está ampliamente demostrado que la primera es un potente determinante de la segunda. Y eso vale para Noruega como para prácticamente cualquier otro lugar.
Nuestros vecinos nórdicos son
también una de las naciones más generosas: este año dedicarán
5.300 millones dólares a cooperación al desarrollo: el 1% de su PIB, ahí es
nada. Mientras, en España, el año pasado no
superamos el 0,15% de nuestro propio PIB, lo que casi no llega a 2.000
millones de dólares. Está por ver cómo acabará 2013, pero no pinta bien.
De acuerdo, el dinero no lo es
todo. También están las prioridades políticas, es decir, a qué se va a dedicar
el montante, sea mucho o poco. Noruega lo tiene claro: su prioridad es abordar
las crecientes disparidades ya no tanto (o sólo) entre países ricos y pobres,
como sobre todo entre los ricos y los pobres dentro de cada país. Y se lo toma
tan en serio que un
eje fundamental de su acción en desarrollo será ayudar y pedir a los
receptores de su abundante ayuda que aumenten sus propios esfuerzos por
recaudar impuestos y distribuir mejor sus riquezas entre su población. Si
nosotros hemos conseguido que toda la sociedad se beneficie de los ingresos
derivados de nuestros recursos energéticos, vosotros también podéis repartir
mejor lo que vais generando, vienen a decir.
En España, el IV Plan Director de
la Cooperación Española aprobado a finales de 2012 apuesta, al menos sobre el
papel, por la lucha con la desigualdad: le dedica un apartado y el término
salpica reiteradamente el texto. Desde entonces, para nuestro pesar, las
palabras igualdad y desigualdad han ido paulatinamente desapareciendo del
discurso oficial, hasta el punto que el Secretario General de Cooperación
Gonzalo Robles no las menciona ni una sola vez en su
última comparecencia ante el Congreso, el 17 de abril.
¿A qué se debe este giro? Les
ofrezco dos opciones: o bien el Gobierno nunca creyó de verdad en hacer del
combate de la desigualdad una prioridad de la ayuda al desarrollo, o bien los
responsables de las políticas de cooperación han llegado a la conclusión de que
no podemos pregonar fuera lo que no
cumplimos dentro. Ustedes eligen.
Noruega disfruta, es un decir, de
un promedio de 4,5 horas de luz solar diaria, lluvia 13 días al mes, y una
temperatura anual media de 6,2ºC. En la distancia, no puedo dejar de fantasear
con la idea de que por una vez no estaría nada mal intercambiar un poco de
nuestro calor por algo de su coherencia.
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