Hace un año experimenté una
epifanía. Tuve el privilegio de asistir en Accra, Ghana, a un
encuentro de grupos sociales de base africanos que trabajan por el aumento
de la cobertura de los programas de inmunización infantil en sus países. Acostumbrado
al método tradicional, esto es, a que las peticiones de más recursos estuvieran
dirigidas casi exclusivamente a los donantes internacionales, fue francamente
refrescante observar cómo esos jóvenes profesionales y activistas preguntaban a
sus propios gobiernos si no a salud, ¿a dónde iba a parar el dinero de los
crecientes ingresos tributarios nacionales?
El asunto viene de lejos. Hace
más de una década, en 2001, los miembros de la Unión Africana se reunieron en
Abuja, Nigeria, y adquirieron el compromiso
solemne, como suelen ser estos compromisos, de incrementar hasta el 15% la
proporción del presupuesto en salud cubierta por la financiación gubernamental.
El progreso ha sido más bien desigual, y en
algunos casos parece que las decisiones han ido en la dirección justamente
contraria.
Conscientes de que no habían
hecho los deberes y de que allí donde iban se les sacaban los colores, en julio
del año pasado los Ministros de Finanzas y de Salud africanos se
reunieron en Túnez y firmaron, cómo no, una nueva declaración, en dicha
ocasión bajo el pomposo aunque prometedor título “Optimización
de Recursos, Sostenibilidad y Rendición de Cuentas”. Sus excelencias fueron
más cautelosos esta vez y si bien volvieron a comprometerse a aumentar el
volumen de recursos domésticos dedicados a la salud, se abstuvieron, para
curarse en la misma, de fijar una cifra.
¿Un resignado paso atrás? No todo
el mundo parece dispuesto a conformarse. El pasado mes de febrero,
representantes de organizaciones comunitarias africanas se
encontraron con los de varias grandes iniciativas globales en salud en
Ginebra, Suiza, con el objeto de abordar la cuestión de la movilización de
recursos propios de los países para afrontar los desafíos pendientes. Estos
grupos han decidido crear una
plataforma común para primero, obtener datos más claros sobre cuáles son
las necesidades y qué está pasando con el dinero y segundo, explorar de qué
manera se puede reforzar el papel de la sociedad civil local como actor clave
en la rendición de cuentas gubernamental respecto la financiación de la salud.
El emerger de la sociedad civil
de África no ha hecho más que empezar: esperemos que este sí sea un camino de
no retorno.