Las cinco naciones agrupadas bajo
el acrónimo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) parecen estar tomándose
un poco más en serio el grave problema que tienen con la tuberculosis, en
especial la resistente a los tratamientos farmacológicos (TB-MDR,
por sus siglas en inglés). Y no es para menos: si bien juntas congregan el 45%
de todos los casos mundiales de esta pandemia, una cifra cercana al 43% de la
población que representan, cuentan en total con el
60% de los 310.000 casos anuales de TB-MDR, lo que señala un serio déficit
en sus políticas de prevención y tratamiento.
Frente a estos datos, los
ministros de salud de los BRICS, reunidos a principios de año, reconocieron el
desafío que tienen por delante y la necesidad de actuar. ¿La retórica de
siempre? No, al menos en lo que se refiere al esfuerzo financiero.
Un
estudio publicado en la flamante “The Lancet Global Health” por Katherine
Floyd y sus colegas del Programa Mundial de Tuberculosis de la OMS muestra que
la financiación de la tuberculosis ha crecido sustancialmente entre 2001 y
2011. Dicho aumento incluye también el de los recursos propios de los países
más afectados. En concreto, en Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica la
proporción de fondos de origen nacional sobre el total de gasto en tuberculosis
alcanza ya como media el 95%, lo que supone una virtual autofinanciación. En
otras palabras: los BRICS ya no requieren la ayuda de los grandes donantes para
cubrir sus necesidades en TB.
¿Por qué entonces sus
desproporcionados índices de tuberculosis multirresistente? Invertir dinero es
imprescindible pero no suficiente. Por un lado, hacen falta acciones decididas
para atajar el
floreciente mercado de los medicamentos subóptimos y falsificados, una
lacra que parece no tener fin. Por el otro, y esto se nos antoja aún más determinante,
la tuberculosis y sus formas más difíciles de tratar tienen como caldo de
cultivo el reparto desigual de la riqueza.
En efecto, estudios en Europa, EE UU y Latinoamérica señalan la
estrecha relación que existe entre la desigualdad económica y la prevalencia de
tuberculosis, incluso en contextos de aumento generalizado del PIB: lo mismo podría decirse
de los pujantes BRICS.
La loable voluntad de dedicar más
recursos a la lucha contra la tuberculosis, siempre muy bienvenidos, tendrá un
efecto limitado si no viene acompañada de políticas comprehensivas dirigidas a
la mitigación de sus causas sociales, empezando por la desigualdad socioeconómica.
De lo contrario, seguiremos fregando el suelo con el grifo abierto. ¿Están los líderes
por la labor?